Por Bruno Cortés
Aunque a veces parezca que en la Cámara de Diputados sólo se discute lo que pasa en las alturas del poder, hay momentos en que el Congreso pone el foco en lo que de verdad duele —y no sólo en sentido figurado. Esta semana, la diputada Mónica Herrera Villavicencio, del partido Morena, inauguró un foro nacional con un nombre largo pero un objetivo claro: hablar de cómo mejorar la salud de las y los mexicanos desde un enfoque integral que ponga atención a tres problemas que, aunque muchas veces se tratan por separado, en realidad están profundamente conectados: el corazón, los riñones y el metabolismo.
A este encuentro, titulado “Transformando la salud cardio-renal-metabólica”, no sólo llegaron legisladoras y legisladores. También asistieron especialistas, sociedad civil, médicos y representantes del sector salud. Y es que ya era hora: enfermedades como la diabetes, la hipertensión o los problemas renales no son casos aislados, son una epidemia que, a paso lento pero seguro, va minando la calidad de vida de millones de personas. Peor aún, golpean con más fuerza a quienes viven en zonas rurales o en situación vulnerable.
Durante el foro, la diputada Herrera explicó lo que significa eso de “cardio-renal-metabólico”. Suena complicado, pero en realidad es muy simple:
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Cardio, por el corazón. Aquí hablamos de infartos, insuficiencia cardíaca y otros padecimientos que muchos conocemos de cerca, porque ya le pasó a un tío, un amigo o hasta uno mismo.
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Renal, por los riñones. México está en los primeros lugares mundiales en enfermedades renales, y el acceso a tratamientos como la diálisis es, muchas veces, un privilegio y no un derecho.
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Metabólico, que se refiere a cómo el cuerpo procesa el azúcar, las grasas y la energía. Aquí entran los casos de diabetes, sobrepeso y obesidad, todos íntimamente ligados entre sí.
Estas tres áreas se cruzan todo el tiempo. Una persona con obesidad puede desarrollar diabetes; esa diabetes, mal controlada, puede dañar sus riñones; y los riñones enfermos ponen en riesgo al corazón. Es una cadena que puede empezar con “nada más unos kilitos de más” y terminar en una discapacidad severa o incluso la muerte.
La diputada Priscila de los Santos lo dijo con claridad: este no debe ser un tema de compasión, sino de justicia. Porque quienes padecen estas enfermedades también quieren vivir bien, trabajar, disfrutar a su familia. Por eso el foro no fue solo para hablar de cifras, sino de soluciones reales. Lo que buscan desde el Congreso —y es algo que ojalá se traduzca en hechos— es una política de salud que no llegue tarde, cuando ya hay complicaciones, sino que prevenga, eduque y atienda a tiempo.
Y es que este tema toca fibras sensibles. Como dijo otra diputada, Kenia Muñiz, la salud debe ser un tema de inclusión. No todos pueden ir a una clínica de especialidades en la ciudad o pagar medicamentos de por vida. Hay que hacer accesible la prevención, el diagnóstico y el tratamiento, sin importar si vives en una colonia popular de la ciudad o en una comunidad rural en la sierra.
Desde el lado técnico, también hubo aportaciones importantes. Pamela del Moral, del Centro Nacional de Excelencia Tecnológica en Salud, aseguró que hay disposición para mejorar la atención y calidad en estos temas. Y Juan Carlos Castillo, abogado y consultor en políticas públicas, lo resumió bien: se necesita coordinación entre médicos, gobierno y sociedad para hacer normas que funcionen en la vida real.
¿Y qué sigue? La pelota está del lado de las y los legisladores. Tienen la oportunidad de empujar una verdadera transformación en la política de salud. No con discursos bonitos, sino con presupuesto, leyes claras y modelos de atención que pongan a la persona en el centro.
Porque al final, detrás de cada paciente hay algo más que una receta médica. Hay una historia, una familia, y como dijo una diputada, también hay sueños.