Por Juan Pablo Ojeda
La inteligencia artificial ya no es solo cosa de tecnólogos o grandes empresas. En 2025, esta tecnología está metiéndose hasta la cocina… literalmente. Desde ayudarte a planear tu semana, limpiar tu casa o procesar un duelo, los modelos generativos de IA están teniendo un giro profundamente humano.
Según un informe publicado por Harvard Business Review y firmado por Marc Zao-Sanders, los usos más comunes de la IA generativa han dejado atrás el enfoque técnico y ahora se centran en el bienestar emocional, la organización de la vida personal y la búsqueda de propósito. ¿Te suena raro? No tanto. Hoy, miles de personas ya están usando herramientas como ChatGPT no solo para resolver dudas, sino como una especie de terapeuta, coach y asistente de vida.
En el “2025 Top-100 Generative AI Use Case Report”, estos tres casos aparecen en la cima del ranking. Entre las nuevas aplicaciones también figuran otras igual de humanas: planificar viajes al detalle, gestionar la dieta según tus hábitos, o apelar multas. Y sí, también está el clásico de los estudiantes: escribir ensayos en segundos.
El cambio es tal, que 38 de los 100 usos principales son nuevos este año, lo que indica que la tecnología no solo avanza, sino que se adapta al ritmo de nuestras emociones y necesidades cotidianas.
Un usuario citado en el informe compartió: «Acabo de pedirle a la IA que me haga un calendario para limpiar y organizar mi casa antes de recibir visitas». Otro reconoció que, gracias a la IA, pudo entender mejor sus sentimientos: «Puedo contarle mis emociones sin sentirme juzgado. A veces eso es lo único que necesito». Y sí, en lugares con poco acceso a la salud mental, como Sudáfrica, estos modelos están siendo utilizados como alternativas de bajo costo para terapia emocional.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Con esta dependencia también llegan preocupaciones. Algunas personas confiesan que ya no intentan resolver problemas por su cuenta. “Prefiero pedirle todo a la IA que usar mi cerebro”, admitió un usuario. En el campo educativo, padres y maestros se preguntan si esto limita el desarrollo del pensamiento crítico, sobre todo entre jóvenes que resuelven tareas con un par de prompts.
Además, surgen dudas sobre privacidad: ¿quién tiene nuestros datos cuando le contamos a la IA sobre nuestras emociones más íntimas? Un usuario lo expresó así: «Mi banco, mis apps, mi comida… todos tienen mis datos. Ya no sé dónde termina mi privacidad».
También hay críticas hacia las nuevas restricciones de memoria en los modelos, que han limitado la posibilidad de recordar conversaciones previas, algo que para muchos usuarios era clave para lograr un acompañamiento más “humano”.
¿Y qué sigue? Los usuarios no solo quieren respuestas: quieren IA con iniciativa, que realice tareas autónomas, como cancelar una suscripción sin intervención humana. Lo que antes parecía ciencia ficción, ahora es una petición concreta.
En resumen, la IA generativa ya no es solo una herramienta: se está convirtiendo en una compañera de vida, y eso cambia todo. Como apunta el informe, los avances más importantes no están en el código, sino en cómo adaptamos esta tecnología a nuestras preguntas más profundas: ¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿cómo organizo este caos?
El verdadero cambio no es la IA en sí, sino el hecho de que la estamos haciendo parte de nuestra rutina emocional, intelectual y cotidiana. Y eso, queramos o no, está reconfigurando lo que entendemos por inteligencia, por ayuda… y por humanidad.